domingo, 7 de diciembre de 2008

Resumen obra Israel - Palestina por Mario Vargas LLosa

Este libro fue escrito en el año 2005, en Israel, en la denominada franja de Gaza y Cisjordania. Son crónicas que el prestigioso escritor peruano Mario Vargas Llosa escribió en un viaje que hizo junto a su hija Morgana a ese país de Medio Oriente, para recolectar información acerca de la decisión del entonces presidente israelí Ariel Sharon, de desalojar los asentamientos de Gaza y de la forma en que palestinos e israelíes reaccionaban ante esta iniciativa.

Las historias recogidas en el libro son el reflejo de los protagonistas de la misma. Mario Vargas se convierte en una especie de mensajero redactando sobre lo que le cuentan estas personas que están viviendo en medio de esa situación. Quiénes mejor que ellos para expresar lo que viven día a día en carne propia. De este modo a través de estas crónicas, los que no estamos ahí, tenemos oportunidad de enterarnos de muchos aspectos novedosos y de primera mano del conflicto árabe-israelí.

Luces y sombras de Israel






El autor resalta que si el conflicto palestino-israelí no existiera o ya hubiera sido resuelto de manera definitiva, veríamos a Israel como uno de los éxitos más notables de la historia contemporánea. Israel tiene poco más de medio siglo de vida; nació como Estado en el año 1948 y consiguió pasar, en tiempo récord del tercer al primer mundo, se convirtió además en una nación moderna y próspera en poco tiempo, en una potencia militar y resucitó como idioma una lengua muerta.

El plan secreto de Ariel Sharon

Desde su infancia Ariel Sharon fue criado en contra de los árabes, probablemente eso influyó mucho a lo largo de su vida y en la base de su política. Fue él quien construyó el Gran Israel, un Estado judío de contornos bíblicos que incluiría la Franja de Gaza y los territorios ocupados (a los que él siempre llamó Judea y Samaria). Por eso, fue el gran propulsor de los asentamientos de colonos que han ido creciendo y ocupando Cisjordania, el más encarnizado adversario de los acuerdos de Oslo (1993-1995) entre el Gobierno de Isaac Rabin y la OLP de Arafat y quien más obró para que fracasaran.

La sombra del terror


En este capítulo Vargas Llosa, nos cuenta la historia de Prina, una mujer nacida en Jerusalén durante la guerra de los seis días, en el año 1967, hija de judíos, siempre le llamó mucho la atención la lengua española. Cuando terminó sus dos años de servicio militar, fue a Salamanca a aprender la lengua y viajó posteriormente por Argentina, Brasil y Chile, antes de regresar a Israel.

Trabajaba de guía turística cuando conoció al que es ahora su marido, el oftalmólogo colombiano Isaac Aizenman. Isaac no tenía planes de trasladarse a Israel pero se fue con Prina y se casaron y tuvieron dos hijos Gal y Saggi.

Prina cuenta su triste historia, sobre como mueren su madre y su hija en un atentado suicida. La madre de Prina había invitado a sus dos nietos y a su hija a un espectáculo para niños que ella había organizado. Al acabar el concierto regresaron a Jerusalén, donde los recogería Isaac, el padre de los niños y cuando iban cruzando la calle explotó la bomba.

En este capítulo se cuentan otras historias como la de Ariel Scherbakovsky, quien estaba en un local nocturno con su novia el 30 de abril del 2003. Fuera del local un hombre deja explotar una bomba que lleva en su cuerpo, como resultado 3 personas mueren y hay medio centenar de heridos. Su novia casi no sufre heridas pero él quedó con gran parte del cuerpo quemado.

También se cuenta la historia de Wafa Idris de 29 años, la primera terrosita palestina. Había recibido su diploma como enfermera hacía apenas 3 meses, cuando se dejó volar en pedazos el día 27 de enero del 2002. Mató a una persona e hirió a cerca de 140 más.

El muro: Viaje a Bilín


Habla sobre la historia de Meir Margalit, uno de los supervivientes del gran naufragio que sufrió la izquierda israelí luego de la decepción que causó en el electorado el fracaso de las negociaciones de Camp David y Taba en el año 2000 y las bombas de los terrositas suicidas.

Cuando llego de Argentina a los 18 años, se enroló en el Tsahal en una tropa de choque, que, además, construía asentamientos en los territorios ocupados. Resultó herido en la guerra del Yom Kippur de 1973, experimentó en el hospital donde convalecía una crisis profunda que lo convirtió en un militante pacifista y crítico severo de los partidarios del Gran Israel. Lucha por que los territorios sean devueltos a los palestinos y que sus casas no sean demolidas sin justificación alguna y dirige una asociación que se dedica a reconstruir las casas de los árabes que el gobierno israelí demuele para castigar a las familias de los suicidas, para ensanchar los asentamientos o para construir el muro.

El horror se llama Hebrón

En éste capítulo Vargas Llosa, relata el horror que se vive en Hebrón, una ciudad palestina de unos 130.000 habitantes árabes y 500 colonos judíos que está a 36 kilómetros de Jerusalén. Llegar a ella es muy difícil, ya que muchas de las entradas están cerradas con grandes piedras, altos de basura o con barreras militares en las que hay soldados de guardia que se dedican a mandar a los automovilistas de un punto a otro que también resulta estar cerrado y así sucesivamente.

En su viaje, Vargas Llosa y su hija logran después de varias horas llegar a la ciudad cruzando por el asentamiento de Kiryat Arba, gracias al novio de Morgana que es es judío y viaja con ellos.

El asentamiento Kiryat Arba, está bien organizado y da la impresión de ser un suburbio estadounidense para gente próspera y no uno de los lugares más conflictivos y tensos de Oriente Próximo.

Hebrón es todo lo contrario, es la imagen de la desolación y el dolor, se encuentra bajo el control militar israelí con 4 asentamientos y viven unos 500 colonos.

Los habitantes palestinos de los asentamientos se ven diariamente acosados por los otros colonos, quiénes les apedrean y arrojan basura y excrementos a sus casas, las invaden, las destrozan y atacan a sus niños cuando regresan de la escuela.

Lo más triste es que la mayoría de los israelíes que viven fuera de estos asentamientos, desconocen estos sucesos. Cuando Mario le contaba de estas cosas a sus amigos israelíes, éstos lo miraban con incredulidad y sospecha, pensando que como era novelista estaba exagerando las cosas.

Cuando el autor de la obra, pregunta a los soldados israelíes, supuestamente encargados de velar por las familias árabes de los asentamientos. Éstos le responden que ellos tienen órdenes de persuadir a los colonos de seguir las leyes, pero que no pueden arrestarlos aunque las rompan.

En éste capítulo Mario Vargas Llosa, relata, además, la historia de Yehuda, un ex soldado que arrepentido de sus acciones funda junto con otros 64 ex soldados como él, la fundación “Romper el Silencio”, que ahora tiene cerca de 300 personas, todos hombres y mujeres que han pasado por el Ejército, decididos a denunciar los excesos y violencias cometidas por el Tsahal en los territorios ocupados.

Los creyentes


Habla sobre la historia de Ezequiel y su esposa Odeya, quienes viven junto a sus tres hijos, en el asentamiento israelí de Mizpeh Jerico que consta de 300 familias. Son una familia muy religiosa y no guardan resentimiento, sin embargo sienten el dolor de verse traicionados por el presidente Sharon quien como ellos mismos expresan impulso una guerra de “judíos contra judíos”.

Ezequiel y Odaya, como varios miles de colonos se solidarizan cuando compañeros son evacuados de los asentamientos a los que pertenecen. Ellos mismos y los padres de Odeya han vivido en carne propia y más de una vez lo que es ser evacuados de asentamientos, que, además ellos mismos contribuyeron a construir.

En este capítulo el autor, habla también con Nafiz Azzam y su esposa, islamistas mesiánicos. Nazim tiene 47 años pero parece bastante mayor. En 1981 fue capturado y deportado a Gaza, después pasó 8 años en una cárcel israelí donde le destrozaron una mano, aún así organizó huelgas y movilizó a sus compañeros.

En 1994 se casa y tiene 6 hijos. Nazim explica que no tiene nada en contra de los judíos que incluso el Corán anima a los musulmanes a ser generosos con las personas no creyentes, pero que los judíos han invadido sus tierras para dárselas a rusos, que muchos ni siquiera son judíos, mientras tienen a los palestinos encerrados en alambradas y teniendo que pedir permiso aunque sea para salir por unas horas de esas prisiones.

En éste capítulo Vargas Llosa, habla también de una anécdota que tuvo en su viaje que fue ver “las mojigangas bélicas”, que consisten en un grupo considerable de enmascarados tirando tiros al aire y llevando a cabo otras acciones de guerra peligrosas, pero solo como espectáculo y diversión, situación que ya ha traído desgracias.

Comentaba Vargas en medio de este desagradable espectáculo con un periodista palestino, que una vez alcanzada la paz, éstos serán sus peores enemigos. Pues son personas que disfrutan de la guerra, que les gusta la violencia y las exhibiciones machistas.

Ratoneras humanas


Más de dos tercios de 1.300.000 de palestinos que habitan Gaza se encuentran apiñados en ratoneras humanas, que son los campos de refugiados, resultado de la guerra de independencia de Israel en 1948.

Durante mucho tiempo Israel acusó a los países árabes de ser los culpables por haber incitado a los palestinos a huir de sus aldeas y luego haberlos mantenido fuera de la sociedad y acusar a Israel de vocación imperial y colonialista. Pero historiadores revisionistas como Pappe y Morris han desmentido esta tesis, demostrando que la expulsión de los árabes durante la guerra de 1948, fue planeada y ejecutada por líderes sionistas de Israel en una operación de limpieza étnica masiva.

Vargas Llosa, narra en este capítulo sobre el día que pasó con Ilan Pappe quien le mostró lugares, que hoy son eficientes centros industriales o campos agrícolas israelíes, pero que antes de 1948 eran algunos de los pueblos palestinos que desaparecieron después de la guerra.

A su vez, visitó tres campos de refugiados, dos en Gaza, el enorme de Yabalia y el más pequeño de al-Shatti, y el de Amari, en Ramallah. Éstos le recordaban a los pueblos más jóvenes, pero más pobres de Lima.

Los justos


Vargas Llosa, comienza este cápitulo, comentando como la primera vez que fue a Israel en el año 1974 o 1975, se dio cuenta, que pese a todo seguía siendo de izquierdas. Llevaba ya varios años criticando a esa izquierda extremista de Latinoamérica. Pero en aquel mes que pasó en Israel se dio cuenta que en el único país del Mundo que se sigue sintiendo de izquierda es en Israel. Por ser una izquierda que carece de taras dogmáticas, anacrónicas y reñidas con la libertad, de la izquierda de América Latina y Europa.

La de Israel es una izquierda que todavía actúa movida por razones más morales que ideológicas, profundamente democrática, tolerante, pluralista, antiautoritaria, que denuncia los abusos contra los árabes, milita a favor de la paz y el abandono de los territorios ocupados, y por la democratización del Estado israelí.

El problema es que la izquierda se ha reducido mucho en Israel, solo quedan unos pocos “justos”, palabra que utilizaba Albert Camus. Otro problema, es que los “justos” no piensan igual, discrepan mucho entre sí. Lo que los une es que todos ellos son durísimos críticos de su Gobierno y de su Estado, denuncian los abusos y crímenes de que son víctimas los palestinos y son sistemáticos defensores de una paz que ellos consideran, sólo será posible cuando Israel abandone la ocupación colonial de Cisjordania y reconozca el derecho de los palestinos a tener su Estado independiente con Jerusalén, cuya soberanía sería compartida, como capital.

Un ejemplo de ello, es Amira Hass, una periodista israelí que vive entre los palestinos de Gaza y de Ramallah hace años para saber lo que es vivir bajo una ocupación colonial y después escribir crónicas sobre el tema, haciendo un llamado de conciencia cívica. También el ex soldado Yehuda Shaul y sus colaboradores, que han exhortado a sus compañeros a romper el silencio y confesar los horrores que comete todo ejército de ocupación o Meir Margalit y sus amigos, reconstruyendo una y otra vez, las casas demolidas de los palestinos.

Vargas Llosa, se centra en este capítulo, principalmente en el historiador Ilan Pappe, nacido en Haifa en el año 1954, hijo de judíos alemanes, realizó su tesis doctoral sobre la guerra de 1948. Es un tema sobre el que ha publicado varios estudios, para desmentir la versión canónica del sionismo y decir al Mundo que aquella guerra constituyó una auténtica limpieza étnica, en la que la inmensa mayoría de la población palestina fue expulsada y sus aldeas destruidas a fin de ganar territorios para el Estado de Israel y defiende que Israel tiene la obligación de admitir haber cometido ese despojo y reconocer el derecho al retorno de los refugiados palestinos como condición previa para la paz.

Concluye Vargas Llosa este capítulo diciendo que Israel es un país que ha crecido, se ha enriquecido y se ha vuelto poderoso y lamentablemente podría seguir viviendo así muchos años, sin urgencia de resolver su problema con los palestinos. A diferencia de lo que ocurre con los palestinos, donde el conflicto se plantea en términos de supervivencia, de vida o de muerte.

Sin embargo, le decían Ilan Pappe y su mujer que ese conformismo no es justificado y que se ven muy optimistas en el tema. Hablan que a través de la historia todas las injusticias han llegado a su fin tarde o temprano y que siempre terminan por ser reconocidas, merecer condena universal, e, incluso, la reparación debida.

Es gracias a gente como Ilan Pappe, aunque sean hoy pocos, que hay esperanza de que las cosas para Israel y Palestina cambien y vayan para mejor. Sin embargo, es un proceso largo, paciente e incesante de gente luchadora, de los “justos” de Israel.

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