domingo, 7 de diciembre de 2008

Análisis del capítulo Obedientes y Rebeldes de Politica para Amador de Fernando Savater



El ser humano es el único animal capaz de rebelarse, de romper las reglas de su grupo, de no seguir las órdenes establecidas. Pero no así sin más. El ser humano necesita razones válidas tanto para obedecer como para rebelarse.

Somos seres sociales por naturaleza, pero no lo hacemos de forma automática como las hormigas o las abejas, si no que probamos, inventamos y experimentamos nuevas formas de grupos y sociedades. No somos seres repetitivos sin más, nos gusta tener razones para hacer o dejar de hacer las cosas.

Surge entonces, una pregunta en Fernando Savater, con la cual me siento muy identificada: ¿No sería mejor que nadie mandase? De esa forma no tendríamos que buscar razones para obedecer o rebelarnos contra quien nos manda. Cada quien mandaría en sí mismo; viviríamos en sociedad pero a la vez solos, sería la muerte de la política y cada uno haría lo que le diera la gana.

Éste es el concepto de los anarquistas, pero muchos estarán pensando que si cada quien hiciera lo que quisiera sin normas que seguir, muchos harían daño a su prójimo, perjudicarían a otros, etc. Sin embargo, según los anarquistas, el ser humano cuando no recibe órdenes de nadie, obedece y actúa con la bondad de la naturaleza humana. Es decir, según los anarquistas todos los problemas, guerras, violencia y todos los males de nuestra sociedad se acabarían si no existiera la política.

Es posible que los anárquicos tengan razón en una cosa: “una sociedad sin política sería una sociedad sin conflictos”. Pero, no somos robots capaces de estar de acuerdo en todo, unos con otros, y no tener choques de intereses con otros seres humanos. La verdad, sería aburrido si todos pensáramos igual y estuviéramos de acuerdo en todo. En la variedad está el gusto y precisamente para eso está en teoría la política, para regular y controlar que en esa variedad de intereses y gustos no nos excedamos y perjudiquemos a otros y para que respetemos los gustos y pensamientos de otros, mientras éstos no afecten a terceros.

Si todo funcionara así, viviríamos en un sociedad ideal, donde tendríamos libertad de escoger nuestros intereses, pero a la vez respetaríamos los de los demás y la política no sería del todo mala si no que sería una herramienta encargada de velar porque todo esto se cumpliera, viviendo así en libertad pero con responsabilidad y respeto. El problema es que en la mayoría de los casos los que dirigen la política se aprovechan del asunto para actuar con prepotencia, exagerando y discriminando a todo aquel que no acate las reglas del modo deseado. Intentan resolver la violencia con más violencia, con guerras, ejércitos etc., creando así, conflictos mayores que los conflictos que deseaban combatir y eso es muy contradictorio.

Una cosa está clara, en una sociedad tiene que haber conflictos, porque vivimos seres humanos reales que interactuamos, que nos importa lo que piensan los demás, nuestra relación con ellos, que nos quieran o admiren o que por lo menos nos respeten. No somos muñecos de cera que no sienten o piensan y para los cuales nada es trascendental y está claro también que cuanto más grande es una sociedad, mayor es el número de conflictos.

Pero y entonces, ¿Dónde está el término medio? Muchos dicen que la razón de los conflictos está en los a sociales, o sea en los individualistas, en los que son diferentes a la escala establecida. Pero, según Savater, opinión que comparto, está en aquellas personas y grupos demasiado sociales, demasiado “comprometidas” e insistentes en hacer las cosas de un modo determinado a costa de lo que sea y dando por equivocado y malo a todo aquel que haga lo contrario a lo que ellos consideran bueno y normal. Aquellas personas que arrastran grandes masas, que nos dicen que actuemos todos igual como “un solo hombre” cuando en realidad somos muchos hombres y no tenemos por qué actuar como uno sólo, esas son las personas realmente peligrosas. Pues los individualistas, andan a su aire, tienen sus propias ideas, pero poco les importa lo que hagan otros; no “luchan” ni tratan de “obligar” a otros a cambiar sus ideales. Esto no es tampoco lo ideal, pero es menos peligroso que intentar arrastrar grandes masas a hacer lo mismo; discriminar a los que no lo hagan y utilizar en muchos casos la violencia con las personas que no siguen lo establecido aunque éstas no estén perjudicando a nadie. Lo ideal, como decía al principio del párrafo, está en el término medio, en ser medianamente sociable, sin exageraciones.

1 comentario:

rajyalaake dijo...

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